Cada tierra guarda consigo tradiciones y los secretos de sus pobladores
Jim Morantes
En esta oportunidad nos trasladamos hasta la ciudad de Ejido, municipio Campo Elías del Estado Mérida, donde aún prevalece el rico aroma salido de la caña de azúcar, mientras se muele y cocina su dulce jugo, esperanza de gente honesta y trabajadora que en pleno siglo XXI depende de la miel de panela, producida en los pocos y tradicionales trapiches familiares que continúan en pie.
Cada tierra guarda consigo tradiciones y los secretos de sus pobladores, muchos desaparecen y otros pasan de generación en generación, de allí que es fundamental revivir la historia para no olvidar el origen ancestral de algunos personajes que trascienden por el amor al gentilicio que los vio nacer, siendo vital plasmar someramente ese pasado para entender con claridad la realidad actual.
Entre historias del aquí y allá, testimoniales, pausas reflexivas, recuentos de sucesos, amargos y gratos recuerdos, transcurre la amena conversación con Amable Balza Monzón, habitante y guardián de su legado familiar, quien con la luna llena de testigo en la entrada de ejido, camina todos los días hacia la casa materna a compartir con sus hermanas, sobrinos, familiares y amigos.
Agradable conversa que gira en torno a la cocina, se mantiene una tradición ya perdida en la modernidad, me refiero a la reunión familiar, fortaleza ejemplar de la solidaridad, después de observar la dinámica decido intervenir e iniciar el compartir testimonial, indagando un poco más sobre nuestro invitado, quien nos relata su historia personal con gran sencillez.
Maye (Amable), es el 4to de 9 hermanos, hijo de Valentín y Martha, comerciantes prósperos que tenían su negocio familiar en la entrada del pueblo, convirtiéndose la tienda en paso vinculante y en la proveedora de la mayoría de los habitantes de la zona (era la única bodega grande de ejido), en esa época era común el trueque y el fiado, la palabra y la responsabilidad valían más que el dinero.
Entre grandes potreros rodeados de bestias, cañaverales y ríos cristalinos, aconteció su infancia con sabor a campo, gracias al apoyo grupal de los hermanos el negocio familiar floreció en abundancia, las tierras crecieron y con ello la estabilidad; sus padres decidieron enviarlo a la academia militar Jáuregui en el estado Táchira para que se formará como un hombre de bien, honor y reputación, considerados los escudos de la salvación y de la integridad nacional.
Su estadía en la grita fue marcada de disciplina, vocación y planificación, se destacó como alférez de campo y en ese momento la tragedia los toco con la muerte de sus amados padres, correspondiéndole asumir las riendas del hogar y llevar adelante la crianza de sus hermanos tanto mayores como menores, cursó estudios de ingeniería civil y fue preparador de la ULA.
La historia, seguirá su desenlace en la próxima entrega de amigos… Vive de cerca la colorida ruta anecdótica y de la realidad, sigue en Twitter a @JIMMORANTES