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En Carabobo Nevado dio su vida en la línea de batalla

El perro Nevado, hasta hace unos años figuraba como uno de los tantos héroes invisibilizados en los libros de historia de nuestro país. Los mismos libros que mitificaron a Bolívar con sus ideales de unión y soberanía y que por el contrario enaltecían el legado de “civilización” que trajo Cristóbal Colón en sus tres viajes a América en La Niña, La Pinta y la Santa María.




El perro Nevado, hasta hace unos años figuraba como uno de los tantos héroes invisibilizados en los libros de historia de nuestro país. Los mismos libros que mitificaron a Bolívar con sus ideales de unión y soberanía y que por el contrario enaltecían el legado de “civilización” que trajo Cristóbal Colón en sus tres viajes a América en La Niña, La Pinta y la Santa María.

Por ello en el marco de la conmemoración de los 200 años de la Batalla que otorgó la Independencia de Venezuela, es propicio reconocer el indispensable papel que este perro tuvo en el difícil camino hacia la Libertad.

Las batallas de Niquitao, todo el tramo triunfal de la Campaña Admirable y en las posteriores batallas que dieron paso a la Independencia, el nombre de Nevado y su ferocidad en el combate contra los enemigos formaba parte de las narraciones de quienes abordaban estos hechos históricos.

“Nevado compartió los azares y la gloria de aquella épica campaña de 1813. Sus furibundos ladridos se mezclaban sobre los campos de batalla al redoble de los tambores y estruendo de las armas” relata el historiador Tulio Febres Cordero quien dedicó una obra completa a este valiente animal.

Pero esta historia tal y como recuerda Cordero inicia cuando Simón Bolívar en su paso por el páramo queda prendado del que sería su compañero de luchas, victorias y derrotas. “El Libertador Simón Bolívar pasó por el  pueblo de San Rafael de Mucuchíes, quedando encantado con un cachorro propio de la zona,  el cual  le fue obsequiado por uno de los pobladores y a quién Bolívar lo llamó Nevado, por su peluda melena negra con manchas blancas”.

Para cuidar del animal, el Libertador puso a disposición absoluta al indígena Tinjacá, quien más tarde se conocería como el “Edecán del Perro”. El indio y el mucuchíes se hicieron inseparables.

La fama del valiente Nevado en los campos de batalla llegó a ser conocida por los enemigos, al punto de ser considerado junto a Bolívar como una presa inestimable. Cuando llega a ser capturado por José Tomás Boves, como un prisionero de guerra, fue insertado dentro de la guardia personal del caudillo, hasta que producto de la astucia de Tinjacá logran fugarse y llegan a campo de patriotas donde se reintegran a las filas de los independentistas, pero en el fragor de las derrotas que durante esos años sufrieron ambos desaparecen en su paso por Mérida.

Tal era el amor del Libertador que en su encuentro con Urdaneta en Pamplona, Bolívar le expresa su esperanza de hallar a Nevado, anhelo que se cumplió seis años después cuando en su paso por el páramo tal y como narra Cordero, “Bolívar vio salir de uno de aquellos zanjones un personaje extraño, que parecía estar allí acechándole el paso y que corrió hacia él con ligereza de un gamo”; era Tinjacá y cerca de ellos ya estaba el siempre leal Nevado al que llamó con su acostumbrado silbido.

“Sobre el borde de un barranco próximo había aparecido Nevado, el mismo Nevado, más hermoso y altivo que nunca, batiendo al aire su abundosa cola, que semejaba un plumaje blanco, muy blanco, como los copos de nieve”.

Este reencuentro estuvo marcado por la marcha victoriosa de los patriotas, y en cada batalla estaba allí Nevado con su mismo ímpetu y fortaleza batiéndose contra los enemigos y demostrando su infinita lealtad a aquel gigante, su amigo, su padre, el Libertador Simón Bolívar.

Ya para el año de 1821, Nevado contaba con una avanzada edad, su ímpetu había mermado, pero su lealtad hacia la tropa patriota y a Bolívar en especial continuaba intacta, tal como lo confirma en su crónica Tulio Febres Cordero: “El 24 de junio de 1821, en la célebre llanura de Carabobo, enardecido el perro en medio de la batalla, se lanzó como una fiera sobre los caballos españoles, no obstante su edad de nueve años, empezaba a privarle de rapidez en la carrera y hacerle más fatigosas las marchas sorprendentes de su periclito amo. En vano se le llamó repetidas veces. Ni él ni Tinjacá, que lo seguía, volvieron a presentarse a los ojos de Bolívar ni de su Estado mayor”.

Fue entonces cuando una desafortunada lanza realista, traspasó al leal animal en la conmemorada Batalla de Carabobo, y se dice que el indígena Tinjacá también murió tratando de cumplir el deber encomendado por Bolívar: cuidar con la vida a su perro Nevado.

“Apenas había cesado la lucha y comenzaba a sonar la diana de triunfo, el Libertador fue informado de que Nevado y Tinjacá habían sido heridos de Muerte. Presuroso los buscó entre los heridos y cuando llegó hasta Tinjacá solo pudo escuchar decir ‘Ah mi General, nos han matado al perro’. A pocos pasos yacía Nevado atravesado por una lanza, y con su largo pelaje tinto en roja sangre. En ese momento una lágrima de dolor brilló en los ojos del Libertador. El hermoso perro era digno de aquella lágrima”.

Y aunque no siempre Nevado apareció en los libros, ni los estudiantes de primaria hicieron asignaciones, dibujos, exposiciones con su historia. Hoy su obra se reivindica en una Misión para dar atención integral y gratuita a los animales de compañía. Su imagen también es recordada bajo una estatua en el pueblo andino que lo vio crecer, y su honorable linaje continua a través de la raza Mucuchíes; Perro Nacional de Venezuela.

Fuente: Alejandra Yánez

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