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La Mucuy
AGUA

Para Visitación el mundo circular fue hecho desde la pinta de un color azul avellana. Estos misterios están sutilmente guardados en un par de ventanas ocultas que al abrirse y cerrarse por el viento reflejaban una vieja casa espantada; todas sus claraboyas quedaron enmohecidas tras los incesantes fríos de las mañanas, protegidas por mantos cristalinos, limpios y frescos como el agua que en ocasiones brotaba formando suaves cascadas recorridas enferoces distancias,  hasta perderse en el vacío dejado en densas calmas, haciendo aflorar las sonrisas desamparadas después de los bólidos de las Pléyades cuando su paso se anunció inconcluso. Era una sonrisa como  flor  de masapaya, donde crecen los sueños de dos almas acurrucadas.

Días de nubes distantes con frailejones escondidos, justo cuando desde la única calle de La Mucuy se acercaba una fragancia de alguien que nunca logró verse. Salieron hombres y mujeres cerrando pasos ante el desconcierto del afinado violín. Estos sonaron justo cuando los tambores tomaron la casa y con sus ruidos salía un hombre de vestidos blancos que no eran sotanas, parecía un médico sin descanso pidiendo por el alivio de sus inocentes pacientes.

Lavaba sus heridas con agua recogida en el mes de julio desde una furiosa quebrada; eran los días del santo que iba anunciando los cambios y quien se negase llevaría más agua de lo habitual. Era San Juan.

Los restos de una velita amarilla recogida cuando se dan bendiciones perdidas comenzarían a arder para hacer apaciguar aquellas horas parecidas a días, pues tanta agua haría incinerar momentos imperturbables.

Pero los deseos abandonaría su cauce y se atraparían en la única calle de La Mucuy y aquellos pisos empezarían a moverse como serpentinas, todas las piedras que servían de soporte serían arrancadas varias veces y despedazadas sus graderías. Su furia se uniría a otras corrientes que jamás habían aparecido haciendoespantar a sus habitantes hasta subirse en el techo de las pocas casas, ramas de árboles y a lo más alto de la montaña de sorpresas. Todo duraría las horas de una madrugada atrevida. Son las cosas que pasan cada cien años, pero que nunca dejarán de suceder.


Miguel A. Jaimes N.
@migueljaimes2
Skype: migueljaimes70