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Opinión: Cuento de terror y la valentía de varios verdes


Por: Eduardo Pérez Viloria

En días pasados, en el ocaso de una fecha corriente, tuve la desgracia de mirar directo a los ojos a la mismísima muerte, logrando escapar de sus brazos y del infortunio de sus caricias, gracias a los verdes colores de unos seres hechos de honor.

En tardes anteriores, viví sucesos dignos de una película gringa. Junto a un apreciado camarada nos disponíamos a regresar a nuestros domicilios en la ciudad de Barinas, desde Caracas, cuando en las cercanías de Tocuyito, hordas fascistas claramente identificadas con franelas de Voluntad Popular y otros partidos de extrema derecha  saqueaban locales comerciales en las adyacencias y extorsionaban o robaban a todo conductor que se detenía ante las barricadas. Aquellos que se atrevían enfrentarlos, eran bajados de sus vehículos, golpeados, y debían observar con lágrimas en sus ojos como su transporte desaparecía entre las cenizas.

Nosotros logramos cruzar sanos y salvos por mencionadas barricadas, y aunque nuestro vehículo fue atacado con piedras y plomo del bueno, no lograron dar en el blanco. Lamentablemente no ocurrió lo mismo con el camión que venía delante de nosotros el cual fue destruido, y la camioneta Cherokee de atrás, donde sus tripulantes se voltearon, perdiendo la vida de ipso facto. 

Volanteando para lograr esquivar los obstáculos en la vía avanzamos unos dos kilómetros aproximadamente, hasta encontrarnos con una barricada impenetrable, unos sujetos corrieron hacia nosotros con el fin de apoderarse del carro y nuestras vidas, por cosas de la adrenalina, más que por la valentía, logramos girar para resguardarnos en el mercado mayorista de Tocuyito, el cual era defendido por la Guardia Nacional Bolivariana.

Al entrar al sitio se nos informó inmediatamente que se preveía que en las próximas horas -ya eran las siete de la noche- la zona fuera atacada por los grupos terroristas actuantes en el área. Para hacer el cuento corto, desde esas horas, hasta el otro día a las seis de la mañana, ni guardias, ni los vendedores de hortalizas, ni mucho menos los pasajeros de los  treinta carros refugiados en el estacionamiento del Mercado, pudimos pegar un ojo, esperando el ataque inminente sólo detenido por la valentía de los hombres de verde.

Los seres humanos que conforman la Guardia Nacional Bolivariana, merecen nuestro mayor respeto y muestra de gratitud. Gracias a ellos y sus acciones oportunas, han permitido que personas inocentes no naufraguen en las aguas de la violencia propiciada por la derecha venezolana.

Ellos, conscientes de su deber social, salen a la calle todos los días a exponer sus vidas por las nuestras, por tanto merecen el apoyo, admiración y cariño de cada venezolano.

Porque el honor se construye con hechos. Hechos que nos definirán todos los días de nuestras vidas. Los integrantes de la Guardia Nacional Bolivariana, son ejemplo palpable del ser Bolivariano.